CUATRO MONEDAS
Hoy publico el último capítulo del relato ¨LOS CUATRO SUEÑOS» que vengo compartiendo con todos mis lectores desde el mes de Febrero.
Como dije entonces, en procesos de autoconocimiento y desarrollo profesional, los facilitadores, a veces, utilizamos cuentos, relatos cortos y metáforas. Son herramientas que invitan a la persona con la que estamos trabajando para que reflexione sobre una determinada situación o cuestión que le interesa o preocupa. También para que encuentre información propia con la que antes no contaba; bien porque no la podía ver, bien porque no la podía sentir, dado que al instaurarse nuestra propia habitualidad en las respuestas racionales y emocionales no nos permitimos otras posibilidades. Las historias, las cuentos, las metáforas y también los sueños provocan cierta apertura a lo nuevo dentro de nosotros mismos. Por eso son tan enriquecedores.
Estos capítulos que he venido escribiendo son más largos que los que solemos utilizar en las sesiones, pero no por ello pierde valor para el fin que comento.
Están conectados y forman un todo, así que resulta aconsejable la lectura de los SEIS por el orden sucesivo de su publicación. Además al final de cada capítulo, amplío información y siempre hago una propuesta para el lector.
El relato se titula “CUATRO SUEÑOS”.
“Esos cuadros caprichosos, puesto que se originan en nosotros,
pueden bien poseer un analogía con nuestra vida y nuestro destino”
Goethe
CAPITULO 6
CUATRO MONEDAS
Si tienes mucho, da mucho; si tienes poco, da poco; pero da siempre.
(Libro De Tobías)
Habían pasado siete días desde la fantasiosa danza con el fuego y tuve la intuición de que Fátima despertaría. Quería presenciar el momento, así que pasé la jornada cerca de su habitación. Les daba a todos excusas para poder estar en la zona.
Me equivoqué, porque llegadas las diez de la noche no se había producido ningún cambio. Dejé el sanatorio y me fui para casa. Allí , tras devorar mi cena favorita, gazpacho y patatas fritas con cebolla, volví a estar animado. A través del recuerdo, recuperé la sensaciones de los sueños pasados con Fátima. Calma, confianza y entusiasmo.
Algo había cambiado y cuanto menos juego le daba a mi astuta mente que solía ennegrecer todos mis pensamientos, más seguro me sentía en una zona profunda de mi mismo. Un lugar recóndito que había olvidado. La serenidad de mi interior potenciaba la sensibilidad de mi cuerpo. Mi vista percibía con gran nitidez los colores de la habitación en los cuadros, en la tapicería del sofá, en la alfombra. Era capaz de escuchar el goteo del grifo de la cocina, aunque estuviese en la sala. El olor del aceite en el que había freído las patatas y el regusto del gazpacho aún en mi boca, me evocaban escenas con mi madre, cuando siendo un crío me preparaba la cena. El ardor de mi piel estaba en sintonía con el calor que notaba a la altura de mi corazón. Eran síntomas de mi amor por Fátima.
Le di las riendas de toda mi persona al vacío, al alma silenciosa- No había forma, ni tiempo ni espacio. Me estaba reconciliando con la vida.
En esa quietud, comenzaron a brotar imágenes que había visto en libros sobre caballería y mitología. Con veinte años me había dado por leer sobre estos temas. El Toisón de oro, Hermes como un titiritero, Hércules penetrando en los secretos de la vida, Midas transformando en oro todo lo que tocaba, incluidos los alimentos; Prometeo, el Titán amigo de los mortales, dándoles el fuego de los dioses, la legendaria riqueza del rey Salomón y por fin, Ariadna, que con la valiosa ayuda de Teseo, encontró la salida del laberinto.
Y tras el recuerdo de esas escenas, me dije que Fátima no debía responder a mi deseo de verla consciente. Debía aceptarla tal y como estaba. Y tarareé la canción que escuché con ella en el sueño de la hoguera.
Me metí en la cama y dormí profundamente. Esa noche no tuve sueños.
A la mañana siguiente llegué a la consulta tranquilo y feliz. Parecía un niño dichoso. Miraba a todos como embobado, con confianza. De nuevo tarareaba bajito la canción de anoche. Atendí cariñoso a mis pacientes. Me había olvidado por completo de Fátima. Cuando llegaron las dos me fui a la cafetería a comer. En el bufet cogí pasta con espinacas. Tenía hambre, así que me serví doble ración. Me senté cerca de la ventana para poder disfrutar de la luz. La abrí para poder ver mejor el jardín. Observé los viejos árboles con una atención diferente. Me quedé turbado por el color de las hojas, la fuerza de los troncos, la forma de las ramas, el afán de la raíces aferradas a la tierra.
Llegó Mateo y se sentó a mi lado portando la bandeja de su comida. Interrumpió mi concentración, pero no me importó. <<Me han contado un chiste muy bueno de psiquiatras>>_me dijo y comenzó a relatarlo. Iba de locos y de policías. Mateo se reía y cuando terminó, me dijo: <<¿no es muy bueno?>>.
La verdad es que me hizo gracia a pesar de que no me gusta la palabra loco. La gente le da un sentido muy negativo a esa palabra y no me gusta.
En ese momento, sonó el busca de Mateo. <<Vaya no puedo ni comer tranquilo>> _dijo enfadado. Terminó parte de su comida y se fue. Pocos minutos después me llamaron a mí también. Contacté con centralita y Luisa, la recepcionista, me dijo que me llamaba el Doctor Mateo. Subí a su planta y al llegar oí un gran alboroto. Vi salir a Candela de la habitación de Fátima y se abalanzó sobre mí abrazándome. <<¡Se ha despertado, doctor!,¡Fátima ha vuelto!>>_me dijo.
Sentí tanta alegría que la besé en los labios. Se quedó aturdida en el pasillo mientras yo corría en dirección a mi objetivo. Cuando entré, la miré a sus ojos, por fin, abiertos. Eran verdes como el mar, pero yo ya lo sabía, porque no podía olvidar la mirada de Fátima en los sueños que habíamos compartido.
Cogí su mano y saqué del bolso de mi bata cuatro chocolatinas en forma de monedas doradas que deposité en su palma.
Ella asintió con la cabeza y ofreció las monedas al Doctor Mateo que arqueando exageradamente las cejas con los ojos muy abiertos nos gritó con estupor: <<¡¿Estáis locos?!>>.
Fátima y yo no podíamos parar de reír.
PROPUESTA FINAL:
A lo largo del relato, el doctor Moratinos a través de sus sueños ha experimentado un cambio. De alguna forma su estado es diferente al que tenía cuando conoce a Fátima. Ese cambio es parejo al que puede ver en Fátima a través de los sueños, aunque aún no tiene la certeza de que sea así. Podrá comprobarlo cuando despierte si es que este hecho se produce.
Las palabras que me vienen a la mente para definir la sensación de Rafael Moratinos es “plenitud”. Y el gesto que tiene el doctor con Fátima al final del relato es inevitable y espontáneo, porque él ya rebosa felicidad. Comparte con ella las monedas de chocolate como símbolo de las claves que él ha descubierto. Quiere que Fátima también las tenga. Pero la risa cómplice de ambos ante el Dr. Mateo evidencia que Fátima ya las conoce gracias a los cuatro sueños.
Este capítulo final quiero dedicarlo a todas esas personas que DAN y APOYAN a los demás. Y comparto varios TIPS que forman “mi credo” sobre el DAR:
1.- DAR es algo natural en las personas. Es además una gran riqueza poder dar. Las personas que no pueden dar, son muy pobres y tacañas consigo mismas.
2.- En el momento de DAR, intento hacerlo siendo consciente de ello, es decir, de lo que estoy haciendo.
3.- En el momento de DAR, intento disfrutar con ese gesto y me olvido, es decir, no doy con el propósito de que me devuelvan el equivalente, porque esto me genera ansiedad que es totalmente inútil.
4.- Si doy sintiendo lástima por la persona a la que doy, el acto de dar es triste y pobre. Prefiero disfrutar con este gesto, así que intento no meterme en fantasías acerca de la persona que recibe.
5.- Ayudar y apoyar a otra persona me hace sentir bien, así que no me cuento historias acerca de mí misma, del mundo, o de los demás… simplemente me alimento con esa sensación.
6.- Cuando doy juzgando si el otro se merece o no lo que le doy, me vuelvo a perder esa sensación de sentirme bien que acabo de comentar. Me vuelvo a meter en historietas mentales.
7.- El dar es un acto que te permite sentir que estás a tope. Cuando alguien no está pasándolo bien, se olvida de dar porque está muy pendiente de sí mismo. Así que dar también te ayuda a sentirte pleno y no desgraciado.
¿Y cuál es «tu credo» acerca del DAR, AYUDAR, APOYAR?
Escribe «tu credo» y envíamelo a coachingazul@gmail.com.
Me encantará saber qué piensas o sientes cuando DAS.
Y para cerrar este post esta frase genial:
«Dadme un punto de apoyo y levantaré el mundo»
Aristóteles
MARTA ANTUÑA, julio 2019.
Muy bonito el desenlace del texto. Fátima ha vuelto a la vida y su viaje al mundo ha sido corporal y espiritual. Todo acaba en un dulce sabor a chocolate.
Me ha encantado el desenlace y la historia Marta!.Cuando no damos no estamos on fire!.Solo estamos pendientes de nosotros mismos y solamente pendientes de nosotros mismos y de nuestro ego nos produce sufrimiento y un gran vacío.Una pena!.Por eso hay que dar sin pensar en una recompensa!