ALGO QUE NO TE HAN CONTADO SOBRE LOS CONFLITOS Y QUE NECESITAS SABER
Cuando pensamos en un conflicto, la primera idea que suele venir a la mente es la imagen de dos o más personas enfrentadas. Ahora bien, el elemento esencial, que no debemos perder de vista para entender y tratar el conflicto, es el propio ser humano y su mundo interior. Es decir, la relación que tiene consigo mismo. Qué se dice, cómo se trata, cómo se juzga, que trampas se pone así mismo, cómo sale de ellas, qué patrones familiares heredados le condicionan, si sabe aprovechar los dones de esos patrones y soltar los lastres que tienen y un largo etcétera.
Podemos empezar por hablar del conflicto entre los razonamientos, cogniciones y hasta sentimientos en una misma persona. En la medida en la que ese mundo interior está en conflicto, siempre hay una proyección en el exterior que se manifiesta ineludiblemente por la propia interacción con la realidad circundante. Sabemos que algunos médicos reconocen abiertamente que una gran parte de las enfermedades tienen origen en nuestros propios conflictos internos y que se van creando por la reiteración de determinados pensamientos, sentimientos y deseos que nos definen. Este proceso de gestación de las patologías es en la mayoría de los casos totalmente inconsciente.
No solo las personas interesadas en gestionar mejor sus conflictos cotidianos en los diferentes ámbitos como la familia, el trabajo, la empresa, etcétera han de tener en cuenta la dimensión interior del conflicto, sino, y como más razón, todos los profesionales vinculados de forma cotidiana con el trato de personas y por supuesto con los conflictos. Para referirme a este dimensión interior utilizaré la expresión conflicto personal.
Siguiendo las palabras del gran sabio y maestro hindú J. Krishnamurti: «Tan sólo cuando el individuo se comprende a sí mismo y su relación con los demás, lo cual constituye la sociedad, puede surgir la paz permanente y duradera». [1]
La palabra conflicto[2] viene del latín “conflictus”, que está formado del prefijo con (convergencia, unión) y el participio de fligere (golpe). El verbo latino fligere (pegar, golpear) o su forma primitiva flagere se forma con varias palabras relacionadas con el daño y dolor como aflicción. Flagere está emparentado con el griego φλδω (flao=aplastar, machacar).
El origen etimológico de la palabra aporta mucha información acerca del conflicto, pues resulta curioso que su raíz esté formada por el prefijo citado que significa “unión”, que resulta ser el antídoto para el síntoma.
La unión o el lugar donde confluyen y se atienden a los intereses de las personas enfrentadas, disuelve el nudo que representa la disputa, de forma que el dolor o el sufrimiento cesa.
De igual manera, cuando ese sentimiento interior de no estar en lucha llega y reina sobre nuestro pesado diálogo mental, volvemos a nuestra “unidad” o paz interior. Cesa la voz que afirma y las que replican, de forma que los personajes se retiran y dan paso a esa parte de nosotros que sabe, que calla, que observa y que intuye: la conciencia.
Filósofos, sociólogos, psicólogos y maestros espirituales coinciden en una idea a tener presente: «la realidad que nos circunda es manifestación de nuestro interior». Nos quejamos de las guerras en el mundo, pero ¿el hombre moderno vive en paz en su interior? Nos quejamos de la ambición de los políticos, pero ¿no estamos hambrientos de que nos reconozcan por algo o de alguna manera? Nos quejamos de la violencia en el mundo, pero ¿acaso no somos violentos con nosotros mismos de muchas y sutiles maneras? De forma inconsciente, la mayoría de las veces, nos auto-juzgamos comparándonos de manera negativa con otros sin tregua. Pensamos, sentimos, creemos, ideamos, actuamos y obtenemos resultados. Si estos movimientos interiores se comienzan a negociar de otra manera, veremos otros resultados. Resulta esperanzadora esta posibilidad de cambio.
Antes será necesario comprender el conflicto, y cuando hablo de comprender el conflicto no me refiero a intentar explicarlo intelectualizándolo, sino aprender a vivir con él y tramitarlo de forma efectiva para liberarnos de la parte opresiva que tiene todo conflicto. Es decir, no es que podamos o tengamos que resolver todos los conflictos, pues a veces resulta imposible, pero sí podemos dejar de sufrir por ellos.
¿CÓMO COMIENZA EL CONFLICTO PERSONAL?
Ríos de tinta se han escrito por reputados psiquiatras y psicólogos acerca del temperamento con el que se nace y la configuración del carácter cuando el niño va creciendo. Desde el nacimiento hasta la percepción de la existencia de los otros, dejando de identificarnos con nuestra madre; pasando por las primeras experiencias con el padre, los hermanos, los profesores, los compañeros de colegio y la sociedad. Un camino en el que la supervivencia y el ansia de gratificación marcarán nuestra naturaleza conflictiva.
No solo la ciencia nos aporta una enriquecida información sobre el origen del conflicto en nosotros, sino además la sabiduría espiritual transmitida desde hace generaciones por genuinos maestros.
Es muy fácil estar en conflicto cuando eres adulto. Pronto perdemos la serenidad interior cuando queremos obtener seguridad y satisfacción. Deseamos salud, dinero, comida, gratificaciones, reconocimiento, poder; queremos a nuestro lado personas que nos apoyen, que nos quieran, que nos acompañen, que nos obedezcan. Vivimos anhelando lo que no tenemos. Además percibimos pronto que en el mundo hay mucho dolor. Y creemos que la lucha resulta imprescindible para conseguir, medrar, para tener y alcanzar nuestras metas y en definitiva el motivo de la pérdida de nuestra paz citado al principio: sentirnos seguros en un mundo bastante hostil.
Así que esa falta de serenidad interior ya es nuestra conflictividad interior que por supuesto se proyectará en el exterior, en nuestras relaciones.
Si bien como seres humanos hemos hecho grandes avances, aún no hemos conseguido diseñar una sociedad donde la armonía y la unidad sean las características que la defina, como tampoco la armonía o la unidad definen la interioridad del ser humano.
Sin embargo, nuestra naturaleza es completa. Contamos con un organismo que funciona como una máquina perfecta con reacciones químicas y metabólicas; contamos con nuestro intelecto, con sentimientos y emociones. Tenemos la capacidad de decisión así como de omisión o actuación.
Según el diccionario de la Asociación Americana de Psicología (APA): <<la personalidad es el conjunto de diferencias individuales existentes en los patrones característicos de pensamiento, sentimiento y comportamiento>>.
Lo que se conoce como nuestra “forma de ser” (personalidad), responde por tanto a una forma habitual de responder y de actuar y comprende:
a.- Pensamientos
b.- Sentimientos
c.- Actitudes, conductas, decisiones, acciones y omisiones
Esta habitualidad se configura por las inclinaciones genéticas (nacemos con un temperamento) y en mayor medida por la educación, la interacción con factores ambientales y la suma de experiencias vitales (desarrollamos un carácter). Cuando somos capaces de aprender, instaurar y consolidar nuevos hábitos de pensamiento, de sentimientos y de acciones, le damos la oportunidad a un cambio.
De manera global solemos funcionar en la interpretación e interacción con la realidad de esta manera: realidad-pensamiento-emoción-acción-resultado
Los autores científicos partidarios de la teoría cognitiva dan primacía a lo cognitivo sobre lo afectivo, indicando que es la interpretación de la realidad lo que provoca las emociones (Arnold[3], 1970, Ortony, Clore y Collins,[4] 1988). Es decir, que pensamos y luego sentimos.
Por ejemplo:
Imagina que antes de salir de la oficina, le pides a tu secretario que abra las ventanas para que haya corriente en el pasillo.
Cuando llegas al día siguiente, todas las ventanas están cerradas, y el calor está acumulado. Puedes pensar que ha ignorado por completo tu petición, que quizás no te respete o no le importe su trabajo. Cuantos más pensamientos negativos surjan, la emoción de disgusto o enfado será más intensa. A mayor intensidad de emoción, más reactiva será la acción y puede que te dirijas de nuevo al secretario de malos modos. El resultado puede ser que en la relación entre vosotros se genere un conflicto.
En tu primer pensamiento, no contemplas otras posibilidades. En este caso el secretario nada más llegar abrió las ventanas como indicaste, pero al poco llegó otro de los socios de la firma quejándose de que las corrientes de aire le producían anginas. Así que recibió la orden de cerrarlas y sin más las cerró.
Con independencia de la pobreza de comunicación que puede haber entre el secretario y los socios de la firma que sería objeto de otro análisis, se puede comprobar cómo funciona el esquema que se acaba de explicar.
Por su parte, los partidarios de la perspectiva emocional dan prioridad a lo afectivo sobre lo cognitivo, indicando que lo emocional es más primario y rápido, incluso que produce una reacción más imprescindible para una adaptación de urgencias (Izard, Kagan y Zajonc, [5]1990).
Ellos se inclinan por la teoría de que la emoción antecede al pensamiento, pues nuestros sentidos perciben la realidad y puede suceder que se active de forma inmediata la emoción y después se procese el significado que le damos con nuestros pensamientos.
El esquema de nuestro funcionamiento sería igual al anterior, pero colocando a la emoción en segundo lugar y al pensamiento en el tercer lugar después del punto de partida que es la realidad.
En el ejemplo anterior podríamos decir que el socio que dio la orden de abrir las ventanas, sintió enfado de manera automática ante el hecho de comprobar que las ventanas estaban cerradas. A continuación surgieron pensamientos capturados por dicha emoción. Y ese tipo de emoción genera pensamientos negativos difíciles de descartar si no nos damos cuenta de cómo funciona este proceso en el ser humano.
Es decir, una vez que percibimos el estímulo que acontece en el exterior por nuestros sentidos, se puede poner en marcha el proceso cognitivo del pensamiento o el proceso reactivo de la respuesta emocional.
En relación a las emociones, algunos autores, que han estudiado además nuestras respuestas fisiológicas. Resulta interesante conocer sus aportaciones:
Lange [6](1885) de acuerdo con sus investigaciones consideran que las reacciones fisiológicas se producen antes que las afectivas, es decir, «no lloramos porque estamos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos».
Por su parte Waltern Canon[7] (1927) defendió que pueden producirse las emociones antes de que tengan lugar las reacciones fisiológicas.
Ekman y colaboradores[8] (1983) evidenciaron que existe una clara relación entre ellas, sin estar claro el antes y el después de cada uno de los procesos.
La interacción con el exterior forja nuestro carácter o personalidad, aunque llegamos también con un material de fábrica (temperamento). Y luego nuestro TP (temperamento más personalidad) va a ser el filtro de todo lo que percibimos del exterior. Ese filtro y tu respuesta a lo que pasa serán la clave de tu felicidad personal, porque la atención a ese programa resultará esencial para ajustar, desactivar, integrar, soltar lo que resulta necesario.
Además tu programa personal es el intérprete de la realidad que es diferente al programa personal de los otros, así que la misma realidad no será igual para todos. Esto ya sueno a conflicto, ¿verdad? Y si además nuestro mundo interior es conflictivo como hemos explicado, es evidente que la realidad será conflictiva. Así de sencillo y de complejo…pero es necesario que todos tomemos conciencia de que somos los creadores de una pareja en conflicto, una familia con conflictos, una centro de trabajo lleno de conflictos, una sociedad conflictiva, en definitiva de un mundo conflictivo.
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[1] J.Krishnamurti. La crisis no es externa, es interna. Ojai, 26 de Mayo 1940.
[2] Ander, V. Etal (2001-2019). Etimología del conflicto. Recuperado de http://etimologias.dechile.net/?conflicto.n el 14 de febrero de 2019.
[3] Arnol, M.B. (1970). Perennial problems in the field of emotion. In M.B. Arnold (Ed), Felling and emotions. New York: Academic Press
[4] Ortony, A, Clore, G.L. y Collins, A(1988. The cognitive strucure of emotions. Cambridge University Press
[5] Izard, C.E., Kagar, J. y Zajonc, R.B. (1990). Emotions, Cognitions and Behavior, Cambridge, Cambridge University Press.
[6] Lange, K. (1985) The emotions Baltimore: William &Wilking (Traducción Española, 1922).
[7] Cannon, W (1927) The James-Lange theory of emotion. A critical examination and alternative theory. American journal of Psychology, 39.
[8] Ekman, P., Levenson, R.W., y Friesen, W.V.(1983). Autonomic nervous system activity distinguishes between emotions. Science, 221.
©MARTA ANTUÑA EGOCHEAGA, Asturias, España, 28 de Mayo de 2020
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